TODO PASA Y TODO QUEDA. LOS YÉBENES Y LA GRIPE ESPAÑOLA DE 1918

Artículo de interés
Autor: Gonzalo Rosell Guzmán 

Cuántas veces hemos oído Todo pasa y todo queda en la voz de Joan Manuel Serrat. En mi cabeza y supongo que en la de muchas personas se repite como un mantra desde el mes de marzo, cuando perdimos la libertad y el bienestar que tanto había costado conseguir. Es un verso tan sencillo como irreductible, porque lo que vivimos y sufrimos pasará y quedarán muchas cosas que también pasarán. Nos lo enseña la Historia, que no es una ciencia exacta pero casi.

Vivimos una pandemia sin precedentes que nos convierte en seres muy vulnerables. Sentimos que nuestro barco naufraga desbordado por la tempestad de sobreinformación que recibimos. Pero la sociedad actual cuenta con más armas para combatir que nuestros antepasados, mediante una ciencia avanzadísima que nos ha permitido contar con una vacuna en pocos meses.

En agosto de 1918, en el pueblo toledano de Los Yébenes, la corporación municipal, desbordada por la situación, se reunió en Junta de Gobierno para tratar, entre otros puntos del orden del día, despedir al que fuera tantos años secretario del ayuntamiento, quien falleció de grippe, y no, no es una errata esa p añadida, sino la palabra que se usaba en la época recurriendo al término francés.

La muerte del  secretario y el intenso aumento de las defunciones en esos amargos meses de nuestra Historia (en la provincia de Toledo se contabilizaron 1383 defunciones debido a la gripe solo en el mes de octubre), convencieron a aquellos hombres para actuar con más determinación contra la epidemia, aprobando por unanimidad la perentoria necesidad de aplicar las recomendaciones de la Junta Provincial de Sanidad dictadas el 15 de febrero.

Otro de los acuerdos aprobados como medio de evitar, no solo la gravedad que pudiera venir, si (no) que también la alarma en el vecindario, fue instalar tres cajas (cajones) con material desinfectante situadas  en sitios convenientes. También se acordó en Junta de 27 de octubre la ampliación de personal con cargo al presupuesto de imprevistos. (1)

Entre las recomendaciones sanitarias enviadas a los municipios por esa junta provincial destacan: mantener las habitaciones limpias y ventiladas; no cometer excesos de comida, bebida, ni ejercicio, ni trabajos corporal  y mental;  no permanecer en locales cerrados y muy concurridos sino el tiempo indispensable; y evitar cambios bruscos de temperatura.  Muchas de las medidas coinciden con las actuales, pero, qué habría sido de nosotros durante este tiempo de pandemia, si nos privan de la comida y la bebida a algunas personas y del ejercicio físico a otras. (2)

Sin duda, aquellas gentes humildes y esforzadas de 1918, combatieron la gripe con la misma paciencia, estoicismo y perseverancia que la mayoría de nosotros, pero seguramente vivieron momentos mucho más complicados por la condiciones de pobreza e insalubridad que sufrieron en su época. Las desigualdades estaban a la orden del día. Y si no que se lo digan al pobre sepulturero municipal, quien, agobiado por el número de fallecidos que tenía al día, solicitó un ayudante a la corporación municipal, cuyo al alcalde y concejales en sesión ordinara de 30 de marzo de 1919 unánimemente acordaron conceder al encargado del cementerio el aumento en cincuenta céntimos… en el sueldo, pero a condición de que tenga abiertas doce sepulturas ordinarias para adultos, doce ordinarias para párvulos, dos de preferencia para estos y otras dos de esta clase para adultos. Toda vez que si está justificado dicho aumento… no es menos justo que él esté prevenido para que en caso de una calamidad no tener necesidad de dar jornales extraordinarios en este fin y así mismo que se le imponga la obligación ineludible de permanecer en el cementerio de sol a sol. (3). ¿Para quienes serían las sepulturas preferentes?

Se vivieron casos dramáticos como los que estamos viviendo ahora, y, si hoy sufrimos un exceso de información y de falsas noticias, en aquella época solo la gente acomodada y formada disponía de la prensa escrita. El nivel de analfabetismo era muy alto, por lo que posiblemente existiera una sensación más débil de tragedia universal. Además, a diferencia de la época actual, existía más costumbre de convivir con las penalidades, y nosotros venimos de un periodo relativamente largo de prosperidad, acostumbrados a un estado de bienestar que creíamos eterno. La Historia nos enseña, una vez más, que nuestra época no es única e irrepetible, que gentes que anduvieron por las mismas calles, festejaron en las mismas plazas, bebieron en las mismas fuentes y lucharon por sobrevivir mediante sus quehaceres diarios, también sufrieron, dudaron, desconfiaron y se desesperaron. Gracias a su voluntad, esfuerzo y humanidad consiguieron vencer a un virus que causó infinidad de estragos en la población. Unas 200 vidas se llevó la grippe en Los Yébenes hasta 1920, año en el que, al llegar primavera, sus gentes empezaron a ver la luz.

A las luces de la esperanza, de la Historia y de la ciencia nos tenemos que aferrar. En la primavera de 1920, con una ciencia mucho menos desarrollada, unos gobiernos con pocos medios que ralentizaron las mejoras, y unas condiciones insalubres y de desigualdad en la población, se superó la gripe. Aquello nos asegura que en pleno siglo XXI, con la ciencia y la investigación en un cenit impensable, unos gobiernos municipales luchando con suma coherencia (sin duda, los alcaldes y alcaldesas de nuestra democracia, salvo excepciones, son los gobernantes que mejor están entendiendo la situación) y la capacidad de adaptación de las personas a la falta de libertades que suponen las restricciones, acabaremos con esta pesadilla llamada COVID 19. Ojalá solo quede en el lento discurrir del río de nuestros recuerdos.

[1] Archivo Municipal de Los Yébenes: Libro de Actas de sesiones de 1918-1920 (pág. 7).
[2] A. de Mingo. Toledo y la gripe española de 1918. Noticias de La Tribuna de Toledo.
[3] Archivo Municipal de Los Yébenes. Libro de actas de sesiones de 1918-1920 (pag. 22).